Una volá.
“Como no he de amarte chiquilla”
Que maravilla de noche, toda estrellada, sin una nube que opaque el brillo de esos luceros diamantados.
¡ Y la Luna ¡. Más hermosa que nunca, allí reluciente, como invitándome a soñar despierto.
El tibio aire veraniego, juguetea entre las espigas del trigo aún erguido, que esperan mañana al clarear el alba caer en las garras de la hoz de mis brazos fornidos.
Y yo acostado sobre los sacos henchidos de grano, apilados en la era, fruto del trabajo del día y producto del sudor de nuestra frente.
Tu duermes tranquila, descansas apegada a mi cuerpo. ¡¡ Dios, como has trabajado ¡!, todo el día estuviste recogiendo con tus manos, las espigas que mi hoz cegaba. No te diste tregua, ni un quejido.
Como no he de amarte chiquilla, si no solo eres mi mujer, también eres mi compañera.
Me invade una ternura al contemplar a la luz de esta Luna, ese pequeño vientre y que pese a los harapos que lo cubren, ya luce abultado; es el producto de ese amor tan grande que me profesas y que sabes bien que te es correspondido.
Como no he de amarte chiquilla, si serás la madre del retoño que se avecina.
Mañana será otro día, tan duro como el que hoy hemos tenido, tu despertarás primero, prepararás el mate y las tortillas, luego igual que siempre, me despertarás con un beso y se iluminará mi rostro al contemplar tu sonrisa. Somos pobres, lo sé, pero nuestro amor despierta envidias.
Como no he de amarte chiquilla, si tu eres mi vida.
Terminará la cosecha, se avecina el Otoño, y cuando lleguen esos gélidos días que anuncian el Invierno, asomará de tu vientre, esa ya amada niña.
Y vendrá un nuevo Verano y una nueva cosecha de trigo y seremos tres los que estaremos bajo el cielo estrellado y contemplando la Luna. Seremos una familia.
Estos son los sueños que despierto, me inspira esta Luna.
Como no he de amarte chiquilla.